(Mt 26,14—27,66) |
Entre la algarabía de la entrada a Jerusalén, vitoreado y aclamado como Rey, a las
acusaciones, rechazos y desprecio condenándolo a una muerte de Cruz, Jesús se
encuentra ante los hombres que no ven más allá de lo que tienen enfrente. Es
también la paradoja de la vida, el amor y el odio, porque no se ama
gratuitamente sino compensadamente, y
cuando no hay prestaciones se da la
espalda.
Jesús que lo ha dado todo, y está dispuesto a dar
su vida, encuentra momentos de júbilo seguidos de momentos de cruz. Es el
rechazo a la verdad que descubre nuestro egoísmo y nos interpela a dar un giro
total a nuestro camino de soberbia, de vanidad, de individualismo, de pasiones, de poder, de
riqueza...etc.
Un domingo de Ramos tocado por la apariencia de
la aceptación, pero escondido en el pecado soberbio del desamor. Un domingo de
Ramos donde se confunde el amor con el poder, la venganza y la victoria del más
fuerte. Un domingo de Ramos donde no se entiende que la libertad se esconde en
la propuesta amorosa de la concordia, la fraternidad y la paz.
Un domingo
de Ramos donde el Amor es la propuesta que esconde el Tesoro que todos
buscamos: la felicidad eterna.
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