No les resultaban fácil callar a Jesús. No encontraban causas que justificaran sus razones para contradecir a Jesús ni para expulsarlo del templo. Jesús conoce sus intenciones y sabe de sus mentiras e hipocresías. Sabe de sus temores a Juan por la aceptación que tenía entre el pueblo, y conoce que de admitir que el Bautismos de Juan viene del cielo sería contradecirse ellos mismos.
¿Qué hacer entonces? No pueden con su soberbia de aceptar y admitir la Divinidad de Jesús y optan por mentir, por falsear y por, a pesar de quedar en ridículo, callar y aceptar que no saben. La verdad siempre gana, aunque aparentemente sea la perdedora y la vencida. Al final se impone la verdad y la justicia.
Hoy no sólo nos reprenden y nos expulsan de los colegios (crucifijos, signos religiosos...), sino que hasta nos prohíben hablar de Jesús y, en oriente, muere un cristiano cada cinco minutos. La Iglesia es perseguida e indiferente a las voces que gobiernan el mundo. El mundo occidental permanece pasivo ante la violencia que se vive en el oriental. No sólo ya en el terreno de la fe, sino en el de la injusticia y sometimiento de los hombres y mujeres, expresamente los cristianos.
Danos Señor la astucia, el valor y la sabiduría de encontrar las palabras precisas que descubran la verdad y defiendan la justicia ante la mentira y el egoísmo de los que las quieren matar.
Poco a poco han ido ganando terreno los enemigos de Cristo. En nuestras manos está el recuperarlo despertando de la tibieza.
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