(Mt 1,1-17) |
Jesús no viene desencarnado humanamente. Se encarna en María y tiene su propia historia humana. Hijo de José, de la casa y familia de David, posee una gran descendencia salpicadas por pecados y manchas humanas que no esconde sino que aparecen en la larga lista de su genealogía.
Todo se expone a la luz y nada se esconde. Se registra el pecado de homicidio de David, como la idolatría de Salomón o la prostitución de Rahab. Y junto con ello hay momentos de gracia y de fidelidad a Dios, y sobre todo las figuras de José y María, «de la que nació Jesús, llamado Cristo» (Mt 1,16).
Podemos observar que no se trata de ocultar nada y todo se narra con naturalidad y sencillez. El nacimiento de Jesús ocurre de forma muy sencilla, sin privilegios ni exigencias. Como podía ocurrir, extrapolándolo a las circunstancia de aquella época, hoy en cualquier familia humilde y sencilla.
Jesús, el Hijo de Dios, hecho Hombre, no hace alarde de su Divinidad, sino que se abaja y despojado de todo poder, nace entre los hombres para revelarnos la grandeza y el Amor del Padre. Es hermoso esta actitud de Jesús, que se iguala a nosotros y nos demuestra su Amor para darnos la oportunidad, por nuestra condición de seres libres, de salvarnos.
No perdamos la oportunidad de cada día de escucharle, de seguirle y poner todo nuestro empeño y escucha en vivir su Palabra y realizar su Voluntad. Amén.
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