Mt 1, 18-24´ |
Contemplamos pasivamente la historia de María, lo que le aconteció antes de empezar a vivir junto a su esposo José. Posiblemente hemos visto películas sobre sus historias y hasta podemos creernos que es como un cuento clásico incorporado a la historia de este mundo.
Podemos contemplarlo como algo lejano, celebrado rutinariamente todos los años y que nos sirve como telón de fondo para celebrar unas fiesta donde ellos son los menos que pintan. Sirven de adorno, pero de ahí no pasan. Nuestra particular Navidad se centra más en saludos, alegrías consumistas, comilonas, dulces, regalos, cantos, bailes y jolgorio.
El acontecimiento nos relata la encrucijada en que se encontró José. Sin saber cómo, María, su esposa, estaba encinta por obra del Espíritu Santo. Sus proyectos se vinieron abajo y, en secreto, pues era justo y no quería ponerla en evidencia, había decidido repudiarla. Y, ¡eh aquí que el Ángel del Señor se le aparece en suños y le explica la situación. Y José cambia sus planes.
Conocemos la historia y su desenlace. Ser justo no es fácil. Experimentamos lo que cuesta serlo en un mundo como el que nos ha tocado vivir. Y cambiar tus propios planes tampoco es cosa fácil. Sobre todo cuando hay cosas que no sabemos como resolver ni predecir. El riesgo, la aventura y la fe. Lo cierto es que hoy, después de 2014 años, el mundo, consciente o inconsciente celebra este acontecimiento: El nacimiento de Jesús. Dios hecho Hombre.
José y María dejarón sus proyectos y, aventurándose, siguieron el proyecto que Dios tenía sobre ellos. Hoy sabemos que es el Plan de salvación para todos los hombres. Su Hijo Jesús ha nacido, tomando la Naturaleza human, sin dejar la Divina, pero despojándose de ella, para vivir como tú y como yo, y cerca de nosotros revelarnos el Amor del Padre y pagar, con una muerte de Cruz, por nuestra salvación.
Si en estas Navidades celebras otra cosa, estás en tu derecho. Eres libres para hacerlo, pero no estás celebrando el nacimiento de Señor que se ha hecho Hombre para salvarnos. Quizás se te haya, a ti también, aparecido el Ángel del Señor, pero quizás no quieras cambiar tus planes.
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