martes, 22 de septiembre de 2015

HERMANADOS EN CRISTO

(Lc 8,19-21)


Se dice que hay mucha gente buena. Y es cierto, hay personas que se desviven en y por su familia. Y son verdaderos portentos en servir y atender a los suyos. Son dignos de ser admirados. Pero la diferencia estriba en que ese servicio que hacen en familia empieza y termina en ella.

Son familias cerradas que se sirven a sí mismas, pero no fueras. Eso dirá Jesús, lo hacen también los que no creen en mí. Ustedes, los que creen en mí amen también a los de fuera, a los que no son familias. Hoy Jesús nos habla de la familia universal, den vínculo del Amor que Él nos viene a dar y a enseñar con su Vida: "Mi Madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen por obra".

Todos estamos unidos en Xto. Jesús, y nos une el amor al Padre en los hermanos. Y es que en la medida que nos amemos estamos cumpliendo la Voluntad del Padre Dios, y enlazándonos como verdadera familia, la familia de los hijos de Dios.

Y esa es la familia que forma y vive Jesús junto a su Madre María y su Padre adoptivo José. Junto a los discípulos, más tarde, unidos en la enseñanza y vivencia del amor de Dios, Jesús enseña que la Voluntad del Padre es amarse como hermanos y permanecer unidos en el amor.

No cabe ninguna duda que todos pensamos que de existir ese vínculo fraternal, el mundo iría mucho mejor y sobrarían las cárceles y refugiados, porque no habría unas ni existirían los otros. Esa es la familia que proclama y enseña Jesús, y esos son los que señala como hermanos, hermanas, padres y madres.

Recemos y aceptemos la Voluntad de Dios y dispongamos nuestros corazones a la acción del Espíritu Santo para que, injertados en Él, vivamos en su Voluntad.

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