miércoles, 18 de noviembre de 2015

NO SÓLO SE TRATA DE RENDIR, SINO DE PONERLOS AL SERVICIO DE LOS DEMÁS

(Lc 19,11-28)


La cuestión no es producir, sino que esa producción vaya en beneficio y provechos de todos. Se trata de poner nuestros talentos a rendir, pero no sólo para provecho propio, sino para el bien de la comunidad, es decir, para el bien de todos los hombres.

Este es el sentido que Jesús nos quiere transmitir con esta nueva parábola. No podemos esperar con los brazos cruzados y dedicarnos a emplear todos los dones recibidos para nuestro uso y dicha personal, sino que los debemos poner al servicio de todos los hombres, sobre todo, de los más necesitados.

La reflexión es clara. Jesús se dirige a Jerusalén, y sabe que tiene que pagar un precio: su Pasión y Muerte, y a eso se ofrece voluntario, enviado por el Padre, para rescatarnos del pecado y conseguir, con su sacrificio, la Misericordia y el perdón de nuestros pecados por el Padre.

El Reino de Dios está aquí, dentro de cada uno de nosotros, pero no llegará hasta que el Señor vuelva por segunda vez. Y esa hora y ese momento no lo sabemos, ni debemos estar inquieto y expectante por eso, sino por cumplir con el mandato que Él mismo nos ha dejado: dar rendimiento a todos los talentos que Él nos ha entregado.

Y eso significa poner en cultivo todas nuestras capacidades, para que la tierra de nuestro corazón, abonada con el estiércol y las miserias de nuestra vida, sea capaz de dar buenos frutos cuando el Señor nos reclame la renta de las onzas que nos ha entregado. 

Nuestro camino debe de oler a frutos de misericordia, de justicia, de verdad, de humildad, de comprensión, de disponibilidad, de servicio, de entrega y, sobre todo, de amor. Porque amar es buscar el bien que también busca para ti y compartirlo con los demás.

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