(Lc 7,19-23) |
Nos parece muy lejano aquellos tiempos en los que Jesús dijo: «Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!».
Sin embargo, hoy está ocurriendo lo mismo. Hay muchos milagros que no se cuentan, o que contados no se les da crédito. Incluso muchos tratan de mostrarlos como engaño o farsa. Se trata de desprestigiarlos y de que aparezcan como mentiras. A Jesús tampoco se le creyó, a pesar de la autoridad con la que hablaba y los milagros que hacía.
Por otro lado, es lógico pensar que Jesús no va a estar haciendo milagros y demostrando su divinidad toda nuestra vida. Hubo un tiempo en que vino la Palabra de Dios, y ya está proclamada. Ahora es tiempo de salvación, pero para ello necesitamos la fe. Es necesario creer y fiarse del Señor. Ese es el reto que debemos afrontar y en el que debemos confiar.
Los signos que Juan Bautista necesitaba le fueron transmitido: En aquel tiempo, Juan envió a dos de sus discípulos a decir al Señor: «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?». Y la respuesta de Jesús ya la hemos visto más arriba.
Ahora, nosotros, tenemos el testimonio de la Iglesia que nos ha transmitido esa Palabra de Dios, y creemos como Juan Bautista y sus discípulos que Jesús es el Hijo de Dios hecho Hombre. Creemos que Él sigue actuando y sanando nuestros corazones y también curando enfermedades. Pero, lo más importante es que vendrá de nuevo para llevarnos a ese lugar que Él prepara para todos aquellos que creen en su Palabra.
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