(Jn 15,18-21) |
Sin embargo, Jesús nos habla de otro mundo y nos dice: «Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo».
Jesús, nuestro Señor, va por delante. Él ha sufrido primero los embates de este mundo. Él ha sido odiado por el mundo porque no es de este mundo. También nosotros seremos odiados porque, ya nos lo dijo Jesús, el discípulo no es más que el maestro. Él, tal y como nos dice, nos ha elegido y nos ha sacado de este mundo, por lo que seremos odiado como Él. Pero también, como han guardado su Palabra, guardaran la nuestra.
El problema es el siguiente. Si somos tan desconsiderados, atrevidos e ignorantes de ir solos pensando en que solamente nos basta nuestras fuerzas, le ponemos al mundo nuestra alma en bandeja. El mundo nos engulliría rápidamente y muy fácil. Es el mayor disparate y necedad que podamos cometer por nuestra parte. Porque, sucede que no vamos solos. El Señor nos ha prometido la presencia y compañía del Espíritu Santo, Señor y dador de Vida, que nos auxilia y dirige, a veces incluso cambiando nuestras torpes direcciones y proyectos, y llevándonos por caminos que conducen a la Verdad.
Sólo así, sostenidos en el Espíritu Santo, podremos vencer al mundo y superarle. Alejarnos de Él sería nuestra muerte y nuestra rendición entregándonos al mundo, que nos tienta y nos seduce. Dirigir nuestro camino por nuestras propias fuerzas es abocarnos al suicidio y ponernos en manos del Príncipe de este mundo.
Procuremos siempre caminar injertado en Él y vivir de acuerdo con su mandato del Amor. Es la fuerza que nos ayudará a afirmarnos y a sostenernos en este mundo sin pertenecer a él.
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