(Jn 15,12-17) |
Se está acabando la Pascua y se aproxima la Ascensión del Señor. Son momentos de dar las últimas recomendaciones y el Señor nos va dejando claro el camino a seguir. «Éste es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado».
El Camino está trazado. Él es la Referencia. No se trata de amar como cada uno entienda y le guste o le apetezca. Se trata de amar como Él nos ha amado. Y eso se sabe siguiéndole, tratando de escucharle y leyendo su Palabra, el Evangelio de cada domingo en la Eucaristía. Él nos va trazando el Camino, la Verdad y la Vida. Y nos deja el Paráclito, el Espíritu Santo, para que nos asista, nos fortalezca y nos ilumine por ese Camino, Verdad y Vida.
No hay más caminos ni mandamientos. Sólo uno, apoyado en el Amor. Y experimentado en ese Amor que Él nos dedica y nos da a cada uno de nosotros. Esa es la razón por la que, también entre nosotros, tenemos que esforzarnos en amarnos al estilo como Él nos ha amado. Y experimentamos que no nos resulta fácil. Es más, se nos hace imposible, pero, sabiéndolo Él, no nos ha dejado solos, sino que nos ha enviado al Espíritu Santo, que nos acompañará y auxiliará en nuestra propia oscuridad iluminándonos y guiándonos por el camino verdadero.
Por todo ello, el Señor nos prepara, nos instruye y nos avisa de su pronta marcha. Y nos deja al Espíritu Santo, para que sigamos nosotros el camino de la Evangelización. Somos su Iglesia, fundamentada y apoyada en los apóstoles, los primeros cristianos y testigos de su Resurrección, a los cuales seguimos nosotros ahora como sus sucesores, presididos y asistidos por el Espíritu Santo e injertados en el Señor para proclamar la Buena Noticia de Salvación.
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