Jn 7,40-53 |
Todo en torno a la figura de Jesús se desarrolla en medio de confusión e ignorancia. Unos, porque no saben bien lo que dicen las Escrituras, y otros porque creen que Jesús es el verdadero Cristo. Y se forma un debate a favor y en contra, y algunos quisieron detenerle, pero nadie le echó mano. El lío estaba formado y la disensión situaba al Señor como debate y signo de contradicción entre los hombres. Ya lo había profetizado Simeón -Lc 2, 34- a María cuando fue presentado en el templo.
¿Qué decía Jesús, porque sus Palabras cosechaban asombro y admiración? A nadie dejaba indiferente hasta el punto que muchos quedaban impresionado de oírlo hablar. La respuesta de los guardias, que pretendían detener al Señor, centra la cuestión y nos muestra la fuerza de las palabras de Cristo: «Jamás un hombre ha hablado como habla ese hombre» (Jn 7,46).
Y esa reacción sólo se tiene cuando lo que se oye te toca el corazón y descubres que es la verdad. Esa Verdad que también está inscrita dentro de ti y al oírla quedas identificado con ella. Porque, tú sabes lo que es bueno, lo que es justo, y lo que tiene sentido común y conviene a la comunidad. Todos sabemos cuando mentimos, o cuando hacemos algo que realmente no está bien. Y, al parecer, por todo lo que se deduce en el Evangelio, las Palabras de Jesús, no sólo son hermosas, sino que hablan en Verdad.
Porque es la Verdad la que te hace libre de tus esclavitudes, de tus mentiras, de tus egoísmos, de todo aquello que te somete y te encadena. Y, realmente, Jesús es la Verdad, es el Camino y la Vida, y sus Palabras producen ese efecto en aquellos que le oyen y abren las puertas de sus corazones para dejarse liberar por ellas.
Pero, también, es signo de contradicción en aquellos que se cierran a la verdad, a la caridad y misericordia; aquellos que esconden la justicia para otros y la falsean para beneficiarse. Ahí también encontraremos nosotros, los cristianos, la misma piedra de la contradicción, porque no actuamos como lo hace el mundo, sino buscando la justicia, la paz y la verdad injertados en Cristo.
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