Mt 5,13-16 |
La vida tiene sabor si se le busca su sentido. Porque, una vida a la deriva y sin saber bien el rumbo de su propio destino, pierde su sabor y también su sentido. La tendencia innata en el hombre y la mujer es buscar al felicidad. Es decir, el bienestar y el gusto de sentirse cómodo y placentero, pero la experiencia es que en este mundo que vivimos todo lo que se consigue de gusto y placer se evapora rápidamente.
Es cierto que lo que gusta da placer, porque lo que no te gusta te desagrada y, por lo tanto, no te a placer. El placer empieza por el gusto, pero el gusto empieza a convertirse en placer o gozo cuando encuentra su propio sentido y su verdadero camino. No te da gusto, al menos termina mal y con resentimiento y remordimiento de conciencia cuando te deleitas en algo que reconoces que está mal, que es abusivo para otros o que sometes e impones tu voluntad para conseguir esas situaciones plancenteras. Al final todo eso se convierte en lo contrario.
Sólo lo que encuentra su verdadero sentido y hace bien a los demás es lo que te hace gozar de la vida. Es decir, darle sabor a la vida, aunque te exija esfuerzos y compromisos que, en muchos momentos la complican. Es ese sabor, que da tu propia sal al mundo que te rodea, lo que hace la vida hermosa y la llena de verdadero gusto. Entonces, encuentra su sentido, su camino, su rumbo y orientación y el camino se hace gozoso y placentero, a pesar de las dificultades, obstáculos y sufrimientos.
Y, entonces, se hace la luz. El sentido llena, no sólo de gozo y sabor nuestra vida, sino que la ilumina también y le alumbra la ruta de sus pasos y de su destino. Cuando encuentras la meta de tu vida, Camino, Verdad y Vida, tu existencia es gustosa e iluminada, y tus pasos son más firmes y seguros.
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