Lc 9,7-9 |
Nuestro mundo parece dormido, dormido en la comodidad, en el consumo, en la pasividad y en el sentirse instalado. Un mundo adormecido por una vida fácil y sometida a las pasiones sensuales, auditivas, sensoriales y de toda clase. Un mundo que sólo mira y piensa como divertirse, como enriquecerse, como encontrar ocio y satisfacciones y como...etc.
Es digno de destacar que el mundo judío esperaba con inquietud al Mesías y mantenían un cierto estado de alerta por todo lo que sucedía a su derredor. La presencia de Jesús en aquella sociedad y en aquel momento despertaba inquietud y movía a las personas a preguntarse y plantearse muchos interrogantes. Jesús no pasaba desapercibido y hasta el mismo rey Herodes estaba inquieto y quería conocerlo.
Sin embargo, hoy pasamos de largo y observamos todo lo que pasa a nuestro derredor como si no ocurriera nada. ¿Qué nos ocurre? ¿Quizás el diablo se ha apoderado de la mayor parte del mundo? La gente se muere y nadie se pregunta nada al respecto. ¿Qué ocurrirá después? ¿A dónde vamos? ¿Nos encontramos con Dios? Permanecemos pasivos e inmóviles y no reaccionamos. Sería bueno emprender la búsqueda y el encuentro con Dios, porque, Él nos espera y quiere abrazarnos para compartir con cada uno de nosotros la eternidad.
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