Los familiares de Jesús se preocupan al verlo rodeado de gente. No le dejan solo y su fama se ha extendido tanto y por todas partes que no le dejan ni un momento. Van a buscarlo porque no entienden lo que hace Jesús y, según sus criterios, no les parece que Jesús esté bien. Llegados al lugar donde se encuentra Jesús ven que no pueden entrar. Hay mucha gente acumulada a la entrada.
Tratan de llamarle y le dicen: «¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan». Ese buscarle indica que les preocupa la actitud de Jesús, pues no es un niño sino todo un adulto que sabe lo que debe hacer: cumplir con la Voluntad de su Padre. Pero, Jesús, responde de una manera sorprendente: «¿Quién es mi madre y mis hermanos?». Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».
Los vínculos de la sangre unen a las familias, pero hay otro vínculo espiritual que une más fuerte, es el vínculo de la fe que nos hace hijos de un mismo Padre y, por lo tanto, hermanos en Xto. Jesús. Y eso es lo que destaca Jesús, la Voluntad de su Padre es la que nos une cuando tratamos de vivirla y llevarla a nuestra vida. Y, en lugar de una respuesta indiferente y, aparente despreciativa a su familia, es todo lo contrario.
Su Madre es la primera que cumple la Voluntad de su Padre. Acepto sin condiciones ser la Madre del Hijo y se dispuso a ser la esclava del Señor aceptando su Voluntad. Es la Madre el primer ejemplo que nos pone su Hijo como cumplidora de la Voluntad del Padre. También nos lo dice a nosotros. Si queremos ser amigos de Jesús tendremos que empezar por cumplir la Voluntad del Padre. Ese es el camino, y Jesús nos lo señala y nos lo indica, pues, no obstante, Él es el Camino, la Verdad y la Vida.
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