Mt 23,27-32 |
Es muy peligroso y nos lleva a engaño el vivir aparentando una cosa y luego ser otra. Vivir de una forma en el exterior y de cara a los demás y ser de otra en tu intimidad cuando estás a la espalda de los otros es llevar una doble vida ante Dios. Una vida, donde te manifiesta de una forma delante de Dios y otra donde postergas a Dios a un lugar secundario en tus relaciones con los demás. Esas son las apariencias que escondes a la mirada de Dios erróneamente, porque Dios ve en todas partes de tu ser y de tu corazón.
Es, pues, de necio y muy peligroso tratar de vivir en la apariencia de ser una cosa y resultar que eres otra. Y no debemos nunca olvidar que Dios es mi público, porque, Él me ve en todas partes y sabe las últimas intenciones de mi corazón. De todas manera lo menos importante es quienes estén delante de ti, porque tus obras deben de ser siempre realizadas con la mayor dedicación y esfuerzo ya que Dios siempre está presente.
Nada importa porque en cada instante de tu vida Dios ve en lo más profundo de tu corazón. Luego, estés donde estés, o hagas lo que hagas, actúa siempre de la mejor manera posible sin olvidar que tu público es siempre Dios. Él siempre estará mirándote y ve todo lo bueno y malo que puedas hacer hasta la última intención que anida en tu corazón que, al final, es la que da sentido y responsabilidad a tus obras. Por lo tanto, es de necio ocultar tu intención porque Dios la conoce profundamente, incluso la que ocultas debajo de la alfombra.
Es bueno reconocerlo y saber que ante nuestro Padre Dios nada hay que ocultar, sino todo lo contrario, reconocer nuestras debilidades y buscar en Él la asistencia y el auxilio de su Espíritu, para orientar nuestra vida y aceptar nuestra condición pecadora y su Infinita Misericordia.
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