domingo, 10 de noviembre de 2019

OTRO MUNDO, OTRA VIDA

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Lc 20,27-38
Imaginamos un mundo parecido al que vivimos en este momento. Un mundo con similares características y formas de vid. Un mundo formado por familias y reglas o constituciones, pero nada de eso es lo que nos espera. Nuestra capacidad no da para eso ni para más. Nos equivocamos plenamente y no llegamos a entender nada. Nuestra capacidad es limitada y la grandeza de Dios, nuestro Padre Dios, no nos cabe en nuestra pequeña cabeza.

Y es que así tiene que ser, porque, si así no fuera no sería Dios. Un Dios que quepa en mi mente y lo pueda alcanzar y contener mi inteligencia dejaría de ser Dios inmediatamente. Por lo tanto, más que imaginarme un mundo siguiendo los razonamientos humanos de mi cabeza, será más conveniente confiar y descansar en la Palabra de Dios y creer lo que hoy nos dice en el Evangelio:  «Los hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven».

Por lo tanto, dispongámonos a esperar un mundo nuevo y otra vida nueva. Una mansión que Jesús, el Hijo de Dios, ha ido a prepararnos - Jn 14, 2 -  y que vendrá a buscarnos, a los que de Él se fían y cumplen su Voluntad, para llevarlos con Él a la Casa del Padre.

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