Lc 20,27-38 |
Y es que así tiene que ser, porque, si así no fuera no
sería Dios. Un Dios que quepa en mi mente y lo pueda alcanzar y contener mi
inteligencia dejaría de ser Dios inmediatamente. Por lo tanto, más que
imaginarme un mundo siguiendo los razonamientos humanos de mi cabeza, será más
conveniente confiar y descansar en la Palabra de Dios y creer lo que hoy nos
dice en el Evangelio: «Los
hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de
tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos
tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y
son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan
lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios
de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino
de vivos, porque para Él todos viven».
Por lo tanto, dispongámonos a esperar un mundo nuevo y
otra vida nueva. Una mansión que Jesús, el Hijo de Dios, ha ido a prepararnos -
Jn 14, 2 - y que vendrá a buscarnos, a los que de Él se fían y cumplen su
Voluntad, para llevarlos con Él a la Casa del Padre.
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