Mt 2,13-18 |
Todo sigue igual. Nada ha cambiado y se siguen matando a niños inocentes dentro del seno de sus madres como también afuera, donde son víctimas de la ambición de los poderosos que, rechazando a Dios, tratan de someter al mundo y a las personas según sus caprichos, ambiciones e intereses. Así sucedió en tiempos de Jesús cuando, avisado en sueños por el ángel del Señor, José huyó a Egipto para evitar que mataran a Jesús.
Poco, como decíamos al principio, ha cambiado. La ambición del hombre se resiste a dejar el poder y someter a los demás. Rechaza a Dios y se cree más fuerte que Él. Cree en el poder humano pensando que es superior al poder de Dios. Por eso, le rechaza y se resiste a aceptarlo como Señor de todo lo visible e invisible. Es la necedad de creerte suficiente y capaz de dirigir tu vida. Es la necedad de creerte en posesión de la verdad que tú mismo decides y quieres de acuerdo con tus egoísmos. Es la necedad de dar satisfacción a tus apetencias y satisfacciones por encima de los demás.
José refleja y trasmite todo lo contrario, busca el bien de María y José y arriesga su vida para protegerles y salvarles. José escucha a Dios y se compromete en fiel obediencia en cumplir su Voluntad. porque, sólo la Voluntad de Dios busca el bien de todos los hombres. Jesús, ese Niño Dios que queda al resguardo de José durante los años de su niñez y juventud, es el que va a ser la Luz, el Camino, la Verdad y la Vida para alumbrar al mundo el camino de Salvación.
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