Juan había compartido muchos días con Jesús. Había sido testigo directo tanto de sus Palabras como de sus Obras. Era evidente que conocía bien a Jesús como persona muy cercana e íntima con Jesús. Supongo que es obvio pensar que Juan se inventa lo de Jesús y que nada bueno desde el punto de vista crematístico y de interés humano puede sacar. Proclamar que Jesús ha resucitado sólo le traerá, hablando desde el sentimiento y egoísmo humano, complicaciones y fatigas. Luego, nos preguntamos, ¿qué saca con declarar que Jesús ha Resucitado? Sin lugar a duda, Juan dice la verdad y es testigo directo de la Resurrección de Jesús.
Lo ha visto, lo ha tocado y ha hablado con Él, pero, sobre todo, le ha escuchado. Y se ha dado cuenta, iluminado por el Espíritu Santo, que significaba todo aquello que Jesús le había dicho y que, posiblemente junto a los otros discípulos, no habían entendido. Oída la noticia que les trasmite María Magdalena, Pedro y Juan salen corriendo. Sus corazones igual que no llegan a comprender lo de la resurrección, tampoco puede entender que Jesús haya muerto para siempre.Están temerosos, pero también inquietos y, sobre todo, esperanzados.
Quienes salen corriendo y desesperados de presenciar lo que una mujer les ha comunicado descubren que andaban ansiosos y esperanzados de que algo sucediera. Sí, así también me siento yo. Jesús ha Resucitado y esa es la Buena Noticia que recibimos y acogemos todos los días en nuestros corazones. Jesús Vive y está, ahora y siempre, contigo si tú como yo somos capaces de abrirles nuestros corazones. Él esperará hasta que tú tomes esa decisión. Nunca te violentará ni te presionará. Esperará tu decisión libre y, por amor, sin presión. Te ama tanto como a sí mismo, hasta el punto de comunicarte su Gracia cuando, porque tú le abres tu corazón, te abraza fuertemente.
Por eso, al responderle al Señor y a acogerle, su Gracia te inunda y te da su divinidad haciéndote como Él, su hijo y criatura por las que ha entregado a su Hijo para que con su Pasión, Muerte y Resurrección, tú y yo podamos recuperar nuestra dignidad filial perdida por el pecado.
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