Mt 11,25-30 |
Somos los pequeños los necesitados de la grandeza de los poderosos. Pero, no podemos obviar que el poder de este mundo es caduco y muy limitado. Nada comparado a la grandeza de nuestro Padre Dios. Por eso, Señor, reconocerte como lo más Grande y Poderoso es la máxima aspiración a la que puede aspirar una criatura humana. Criatura creada por Ti, mi Señor.
Por eso, quiero sentirme pequeño y abajarme a la máxima humildad para reconocer tu Grandeza, Señor, y poder abrir mi pequeño, pobre y humilde corazón a tu Luz y Sabiduría. No quiero sentirme, a pesar de las tentaciones, grande, autosuficiente y poderoso. Y, mucho menos, despreciar y no necesitar ser enseñado ni creerme más justo que los demás.
Soy consciente de la tentación de creerme más sabio que los otros hasta el punto de despreciarlos y hasta excluirlos, y cargarlos de leyes y preceptos que doblan sus espaldas y les hace el camino de sus vidas insoportable. Supongo, y así lo experimento, pues con un corazón de tal calibre abrirse a tus enseñanzas resultará muy difícil y, diría, que roza lo imposible. Tú lo has dejado muy claro cuando has dicho: Y Jesús dijo a sus discípulos: En verdad os digo... - Mt 19, 23-34 -.
Quiero y me esfuerzo en ser humilde y reconocer todos mis pecados. Pecados que a veces se me esconden en lo más profundo de mi corazón y ciegan mi actuar y obrar con las pasiones, propias de mi naturaleza y tentaciones de este mundo. Quiero estar abierto a la Misericordia de mi Padre Dios anunciado y revelado por Jesús. Quiero vivir en esa actitud de abajarme, de hacerme pequeño, de llenarme de humildad y compartir mi vida con los más necesitados, que com yo, necesitan de tu Amor, Señor.
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