Mt 15,21-28 |
Jesús nos lo sugirió en otro momento: Pedid y se os dará... Mt 7, 7-12. Y en el Evangelio de hoy nos da una prueba de su admiración a aquellos que insisten y perseveran en la confianza de que Él responderá a la suplica confiada en su Poder y Palabra. Al final eso descubre la medida de nuestra fe.
Porque, una fe verdadera se descubre cuando persevera en la insistencia, confiando y esperando ser correspondida. Supongo y pienso que Jesús, el Señor, nos pone a prueba cuando permite, con su silencio, descubrir la verdad y autenticidad de nuestra fe. Porque, cuando es verdadera no desfallece, y, además, persevera en la insistencia de ser escuchada y atendida. La insistencia materializa esa esperanza que, valga la redundancia, espera la respuesta. Eso es precisamente la fe.
Podemos ahora, humildemente y esperanzados, preguntarnos, ¿es nuestra fe así? ¿Está apoyada en esa generosa caridad y misericordia de la que habla y manifiesta con sus obras Jesús? Porque, de no ser así desfallecería y se quedaría en el camino sometida a los poderes maliciosos del mundo, demonio y carne.
Jesús es el Señor, nos ama y quiere salvarnos de la esclavitud del pecado. Pero, al crearnos libre nos pide nuestra disponibilidad y confianza. Una confianza apoyada en la fe que nos fortalece y nos refuerza el fiarnos de su Palabra, a pesar de nuestras debilidades, dudas y noches oscuras. Una fe que se hace visible en la persistencia, como la de aquella mujer cananea, a la que Jesús admira por su insistencia y su esperanza. Porque la verdadera fe está inmersa y revestida de gran humildad, perseverancia e insistencia.
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