Lc 21,5-11 |
A nadie se le esconde que el mundo tendrá también un final, pues sabemos que todo lo que ha tenido un comienzo también tendrá un final. El mundo fue creado como morada temporal del ser humano y, acabada ésta, pasará a otro lugar - otro mundo - desconocido para nosotros. Esa es la Revelación que Jesús - el Mesías - nos ha anunciado y revelado - y la que verdaderamente experimentamos y sentimos en lo más profundo de nuestros corazones.
Es de sentido común pensar que si Dios nos ha creado no es para un rato y después desaparecer con la muerte, sino para vivir eternamente. Porque, ese sentimiento es el que vive en nuestro corazón y al que todos aspiramos y esperamos. Ahora, nos corresponde responder, porque, si gozamos de libertad tendremos en consecuencia responsabilidad de responder con nuestra vida y con nuestros actos. Es decir, Dios ha dejado en nuestras manos la libertad de elegir el gozo o el martirio de la Vida Eterna.
Y, posiblemente, llegarán señales que nos indique la cercanía del final, pero a nosotros no debe preocuparnos eso, sin la responsabilidad de permanecer y perseverar preparados en el cumplimiento de nuestro compromiso bautismal. Tal es el de anunciar el Reino de Dios amando sin límites a todos los hombre. La muerte, sabemos que no es el final sino la puerta para pasar al lugar definitivo y eterno.
Y está en nuestras manos, Dios así lo ha querido y nos lo ha dado, la posibilidad de abrir esa puerta. Solo tenemos que ponernos en Manos del Espíritu Santo y, colaborando con Él, poniendo todo nuestro esfuerzo, hacer su Voluntad.
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