Mc 4,26-34 |
Jesús acostumbraba a usar parábolas para, comparándolas con el Reino de Dios, enseñar a que se parece ese Reino que Él anuncia al pueblo de Israel. Parábolas que son ejemplos de sucesos fingidos que muestran claramente cierto parecido con el Reino que Él anuncia. Y son ejemplos de la vida ordinaria de la gente sencilla de su pueblo. La siembra, el campo, la viña, la pesca, la vid, el pan...etc., son acciones de cada día que la gente entiende muy bien.
Hoy, Jesús expone y narra dos parábolas que explican de manera nítida y limpia como es el Reino de Dios. Nos invita a reflexionar, a meditar e interpelarnos observando la propia naturaleza y como la semilla - sin permiso ni intervención nuestra - crece por su cuenta desde las entrañas de la tierra y da esos frutos que, luego, nosotros necesitamos, consumimos y nos alimentamos nuestro cuerpo. O, como la semilla más pequeña, sembrada en la tierra, crece y se hace enormemente grande hasta que los pájaros las utilizan para anidar en ellas.
¿Qué deduces de esas parábolas? Sencillamente vienen a descubrirnos como Dios - nuestro Padre - actúa en el mundo y lo prepara y dispone para nuestro provecho y el de todos los seres que en él habitan. Porque, detrás de toda esta actividad y movimiento, hay un Creador que administra, sostiene y dirige el mundo. Y en él estamos nosotros - criaturas predilectas de Dios - a las cuales ama y, por mediación de su Hijo, redime de sus pecados y les invita a compartir su Gloria junto al Él eternamente.
La conclusión final para nosotros se concreta en avivar más nuestra reflexión - oración - contemplativa y acoger a ese Padre Bueno que nos alimenta - materialmente y espiritualmente - y nos alienta a amar y dejarnos amar, compartiendo también todo lo que hemos recibido gratuitamente de la misma forma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.