Mc 4,35-41 |
Sin darme cuenta, con el paso del tiempo, el pelo se me ha ido cayendo. De la misma forma no me di cuenta cuando apareció la primera cana en mi pelo y, poco a poco, todo mi pelo se ha ido transformando de negro a blanco. Y hoy es todo blanco - canoso -.
Y todo eso ha ido sucediendo sin darme cuenta. Lo mismo ocurre con la semilla, la siembras y, sin darte cuenta, crece. A propósito, tengo en mi jardín una platanera y, sin darme cuenta, sin darme cuenta, un día, aparece un racimo de plátanos, que, luego, van madurando y creciendo sin apenas notarlo hasta que, un día, percibes que están maduros.
¡Es verdad!, mi fe ha sido igual. Ha ido creciendo y no la he notado. Incluso, todavía no la noto. Si, es verdad y cierto, experimento y creo que ha crecido, que ahora tengo más fe. En muchos momentos de mi vida he experimentado que sin Jesús no podría vivir, pero, también constato que todavía, mi fe, no está madura ni apta para caminar y sostenerse firmemente. Mis propias tempestades del camino la ponen en peligro y la hacen tambalearse. Necesito la compañía y la Gracia del Señor para poder superar esas propias tormentas que amenazan mi vida.
Es indudable, necesito fe para seguir al Señor y, valentía, para vencer mis miedos. Necesito darme cuenta que Él no se ha ido y que sigue a mi lado. Necesito entender que, aunque aparente dormir, Él es el Señor y todo le está sometido. Y necesito llenarme de esperanza para, a pesar de que en mi vida se presenten malos momentos que se que llegarán - Tú, Señor, siempre estarás a mi lado para ayudarme a calmar la tempestad de mi vida.
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