Sucede que confundimos autoridad con poder; autoridad con exaltación propia y autoridad con privilegios y atenciones a mi persona. Y esas formas de querer imponer la autoridad no llega al corazón de las persona porque no están dichas ni realizadas para su bien sino todo lo contrario. Es una autoridad dirigida a afianzarse ellos más y beneficiarse a sí mismo.
La forma de proceder de Jesús es totalmente diferente. Él habla para y buscando el bien de los demás, y habla en verdad y con coherencia, pues, lo que dice lo hace y lo que promete se cumple. Y la gente que le escucha se da cuenta que son ellos los verdaderos protagonista a los que va dirigida la Palabra de Jesús. Y no solo la Palabra, sino que también le beneficia sanándoles de sus dolencias y liberándoles de sus esclavitudes.
¡Claro, es una Palabra novedosa, nueva que desprende la autoridad - verdadera autoridad - que nace del servicio y la atención de los que la escuchan! Por eso, los escuchante se admiran y se preguntan: Todos quedaron pasmados de tal manera que se preguntaban unos a otros:
« ¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a
los espíritus inmundos y le obedecen»
Indudablemente, la autoridad con la que habla Jesús es única, porque, sus Palabras buscan nuestro bien y son los que la escuchan los primeros beneficiados. Y sus Palabras no se pierden en el vacío, sino que tienen cumplimiento en aquellos que la acogen realizándose tal y como se ha prometido. Es la autoridad que se esconde con verdadera fuerza en el servicio y el amor. Su colofón tuvo lugar en la última cena cuando realizó el lavatorio de los pies. He venido a servir no a ser servido, les dijo en esa ocasión.
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