Jn 11,45-56 |
Pues bien, la resurrección de Lázaro fue el detonante
de que tomaran la decisión, por medio de Caifás, sumo sacerdote del aquel año,
de condenar a Jesús a muerte. No soportaban que la gente, admirada y
sorprendida, de, no solo las obras y milagros de Jesús, sino de su autoridad y
Palabra, le siguiesen entusiasmados. Y, desde ese momento se pusieron por obra quitarlo
del medio. Le perseguían y le buscaban para prenderlo. Y, aunque esté algo más
disimulado en alguna parte, hoy siguen persiguiéndolo en todos aquellos que
creen en Él.
Ante esa amenaza, Jesús, decide apartarse un poco y
retirarse a Efraín, donde permanece un tiempo alejado de la amenaza de los que
le buscan. Se acerca la Pascua y están pendiente de la presencia de Jesús
Sabemos, y eso es un privilegio y gran ventaja, lo que va a suceder. Sabemos
que Jesús va a dar voluntariamente y por amor su Vida. La entrega para salvar
la nuestra. Y sabemos que Jesús Vive, ¡ha Resucitado!
Ahora, podemos preguntarnos, ¿buscamos nosotros a
Jesús? Y si es así, ¿para y por qué? ¿Queremos que nos cure y nos dé de comer?
¿Le buscamos por intereses materiales? Porque, dependiendo de nuestra actitud,
podemos también estar nosotros amenazando y matando a Jesús con nuestra
indiferencia, y rechazos. Por tanto, sería bueno, muy bueno, reflexionar y
plantearnos ahora, en la proximidad, ya a las puertas, la Pascua, ¿qué buscamos
y que pensamos nosotros del Señor?
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