La experiencia de tu propia vida te va, a lo largo
de tu propio camino, descubriendo que el único y verdadero camino es el que te
revela la Palabra de Dios. La Vida y Obras de nuestro Señor te descubren su
Infinito Amor Misericordioso, mientras que el mundo, una vez te tiene en sus
manos, te destruye y te pierde. Esa felicidad – aparente – que el mundo te
presenta y te ofrece es una felicidad apoyada en arena movediza que, apenas la
consigues, se hunde y se convierte en dolor y sufrimiento. No hay más caminos
que esos, la vida, y Vida Eterna, o la muerte y vida de sufrimiento y dolor. Se
te ha presentado en el Deuteronomio – Dt 30, 15 – para que nadie te engañe. Tú
decides.
Jesús habla claro y, en el Evangelio de hoy no
lo puede decir más claro: (Jn 12,44-50): En aquel tiempo, Jesús gritó y dijo: «El que
cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; y el que me ve a
mí, ve a aquel que me ha enviado. Yo, la luz, he venido al mundo para que todo
el que crea en mí no siga en las tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no las
guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para
salvar al mundo. El que me rechaza y no…
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