Por encima del vínculo de sangre está el vínculo espiritual. Un vínculo más fuerte y que enlaza y une espiritualmente desde el amor misericordioso en una misma fe. Un vínculo que nos hermana más fuertemente que el de sangre. Somos hermanos en Xto. Jesús por el Amor Misericordioso de nuestro Padre Dios que nos acoge, acepta y perdona por los méritos de la Pasión y Muerte de su Hijo.
Es
verdad que en la familia – vínculos de sangre – crecen esos valores de unidad y
amor misericordioso que se acrecientan y maduran trascendiendo por la fe y el
amor más allá de la familia. Es innegable e indudable que todo aquel que cumple
y vive en el amor misericordioso está vinculado espiritualmente con Jesús. Es como
nos dice Él en el Evangelio de hoy: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Y, extendiendo su mano
hacia sus discípulos, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el
que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y
mi madre».
Sin lugar a duda, el mayor vínculo es el del
amor. Un amor misericordioso capaz de darse hasta el extremo, y de forma
incondicional y gratuita, hasta la muerte.
―¿Qué piensas al respecto, Pedro? ―preguntó
Manuel.
―Creo
que el amor establece un vínculo más fuerte que el de la sangre.
―Evidentemente
―respondió Manuel. Hay familias rotas, separadas y enfrentadas sin posibilidad
de entenderse o perdonarse. En cambio, cuando está por medió el vínculo
espiritual – amor misericordioso por la fe en Jesús – todo se mira de otra manera.
Y, aunque haya conflictos siempre hay esperanzas de misericordia y perdón.
―Sí,
estoy de acuerdo ―concluyó Pedro.
No cabe ninguna duda, si el mundo estuviese unido y fundamentado en el amor misericordioso, al estilo de Jesús, todo se vería de otra manera. Y las cosas sería de otra manera. ¿No lo creen así?
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