Posiblemente,
a lo largo de tu vida no te hayas percatado, ¡y menos descubierto!, que lo único y
verdaderamente importante es el encuentro con Jesús. ¿Por qué?, puedes
preguntarte. Pues, porque el encuentro con Jesús responde a todas tus
inquietudes, deseos y anhelos en este mundo y, sobre todo y lo más importante,
al otro mundo. Al mundo en plenitud de gozo y alegría eterna.
Porque,
todos aspiramos, aunque no lo percibamos, al gozo y plenitud de un mundo eterno
en la otra vida. Sabemos que aquí tenemos los días contados, pero, eso no nos
dice que el mundo y nuestra vida se acabe con la muerte en este mundo. Intuimos
que hay otra vida a la que aspiramos y anhelamos gozar, y esa Vida nos la da el
encuentro con Jesús. Un encuentro que provoca Él primero y que busca que ser
produzca, pero que necesita nuestra colaboración. ¡Dejémonos seducir por el Señor!
Perderemos
inútilmente nuestra vida si no nos dejamos encontrar por el Señor. Será una
vida desperdiciada y perdida, a pesar de que esté rodeada de riqueza, fama, y éxito.
Porque, lo que verdaderamente importa no es está vida y este mundo, sino la que
empieza después, la Vida Eterna. Será, pues, de vital importancia presentarnos
ante el Señor con las manos llenas de amor y misericordia. Amor y misericordia
gastados en nuestras relaciones con los demás. Sobre todo con los pobres, los inocentes,
los marginados y necesitados de ayuda.
No cabe ninguna duda que la fe, de la que nos dice hoy Jesús en el Evangelio, es poca. Necesita crecer y fortalecerse y eso, ya que nosotros no podemos, necesitamos y debemos pedírsela y hacerlo con insistencia en perseverante oración. Él nos enseña a tener espacios de oración con nuestro Padre, tal y como leemos hoy en el Evangelio.
—La
fe —argumentó Manuel— es un don que solo puede darnos nuestro Padre Dios. Es
evidente que tenemos que buscarla y, sobre todo, pedirla. Ello nos exigirá
buscarle y tener un encuentro con Él.
—Y
no desistir —afirmó Pedro. La paciencia e insistencia son pruebas de que la fe
está ya en nosotros.
—Indudablemente
—dijo Manuel. Quien insiste es prueba de que cree y confía que será escuchado y
atendido.
Ambos amigos decidieron que seguirán insistiendo sin desfallecer. Si el Amor de Dios es Infinito y Misericordioso, Dios, nuestro Padre, nos dará esa fe que necesitamos para creer y seguirle.
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