Juan
imitó a Jesús desde que le reconoció y saltó de gozo, ante su presencia, en el
vientre de su madre Isabel cuando su prima, María, Madre de Dios, le visito en
su estado de gestación. Juan, precursor, no solo preparó el camino a Jesús sino
que vivió su estilo de Vida. Y lo hizo de tal manera que fue ejecutado por
defender la verdad y ser fiel a la Palabra de Dios, hasta el punto de que el
mismo Herodes, que mandó a matarlo, creía que Jesús era Juan resucitado.
Ese
es el ejemplo que Juan, el bautista, nos deja: «Decir la Verdad y defenderla hasta el
extremo de dar la vida si es menester».
Y ese es el camino que debemos, todo cristiano, tomar. Posiblemente, cada uno
según su capacidad y fortaleza. Porque, todos no somos Juan el bautista, ni
todos tendremos la misma misión. Pero, sí, todos tenemos el deber de vivir en
la Verdad y defender y proclamar la Palabra de Dios.
Y
desde ahí tendremos que plantearnos nuestra vida. ¿Estoy yo siendo luz y verdad
para los que me ven a diario y se relacionan conmigo? ¿Y llevo esa Palabra y
esa Verdad como testimonio de mi vida ante los que me ven? Creo que ese es el ejemplo,
entre otros, que podemos concluir de esta humilde reflexión. Vivir en el
esfuerzo de preparar el camino a todos aquellos a los que puedo dar testimonio
con mi vida.
—Supongo
—dijo Pedro— Juan es un buen ejemplo para, tratando de imitarle, llegar también
a vivir ese estilo de vida que nos ha transmitido Jesús con su Palabra y Obras.
—¿No te parece, Manuel?
—Sí,
estoy totalmente de acuerdo. La vida es un camino y Juan, de alguna manera, nos
lo prepara también a nosotros.
Así es, la vida de Juan es un testimonio de entrega, de abajamiento, de humildad hasta el extremo de entregar su vida por servir al Señor, al Mesías que Él anunció con su palabra.
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