El título de esta
humilde reflexión lo dice todo. Mientras sea yo quien trate de encontrar al Señor
corro el peligro de que sea el Señor que yo quiero encontrar y lo adapte a mis
gustos, a mis intereses y conveniencias. Y eso sería lo mismo que no encontrarlo.
¡Nada de eso!, hoy quiero suplicarte, Señor, que lo que quiero es dejarme
encontrar por Ti. Que seas Tú, Señor, mi Señor, y que mi vida gire en torno a
tu Palabra y deseos.
Quiero, Señor,
hacer tu Voluntad y no la mía. Pero, sabes quien soy y lo débil y caprichoso
que soy. Me seduce este mundo, poder, dinero, riqueza, placeres, fama y…etc. Y
Tú me pides otra cosa: Amor. Amor con los más pobres y necesitados, y eso me
exige darme y dar, compartir y acompañar, sufrir y llorar con ellos. Y, también
sabes, Señor, que eso no me gusta y que me exige mucho esfuerzo. Por eso me
gusta más encontrarte yo que dejare encontrar por Ti.
Pero, como aquel
centurión, Señor, yo quiero hoy pedirte, en contra de mi voluntad, que me des
la fe de dejarme encontrar por Ti y de dejarme guiar, a pesar de mis
debilidades y resistencia, por tu Voluntad. Porque, es esa Voluntad la que me
conviene y la que me hará bienaventurado y dichoso. Ya me lo dijiste en aquel
hermoso sermón de la montaña. Y hoy, a través del centurión me lo recuerdas. Quítame
el miedo y aumenta mi fe para abandonarme en tus brazos y dejarme encontrar y guiar
por Ti.
Gracias, Dios mío, porque sé que me escuchas y que lo harás. Dame fuerza y sabiduría para no arrepentirme y ponerme siempre en tus brazos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.