Es por tanto
meritorio y digno de alabar esa firmeza y perseverancia de María en, aún no
entendiendo muchas cosas, ser obediente a la Palabra de Dios y a la misión para
la que había sido elegida. Ella sabe que Dios la ha elegido y sabe que su
Palabra tiene siempre cumplimiento. Por tanto, las palabras de su Hijo
confirman realmente la firmeza de su Madre, “cumplir la Voluntad de Dios”.
Porque eso a fin
de cuenta es lo que tiene valor, no simplemente cumplir, que es necesario y
está bien, sino hacer lo que Dios quiere y para lo que ha enviado a su Hijo. Y
todos sabemos ciertamente lo que es, y quien no lo sabe que escuche su corazón
y atienda sus latidos de amor. Y es que hemos sido creados a imagen y semejanza
de Dios, por lo tanto, si Dios es Amor, nosotros también estamos hechos para
amar.
Y María, nuestra Madre nos da un gran ejemplo de eso. Realmente, Jesús sabía lo que decía.
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