Después de un
continuo encuentro y perseverar con Jesús y, sobre todo, experimentar su amor y
compromiso, los apóstoles son invitados a imitarle y proclamar el Evangelio. Y
es que desde ese momento no hay otra salida. La experiencia de Jesús embriaga
el corazón y llena de fortaleza e impulsos que nos llevan a proclamar la Buena
Noticia. Porque, Jesús es la Buena Noticia, ¿conoces algo mejor?
Jesús recorre la
Galilea de lo gentiles y a su paso, no solo anuncia el Amor Misericordioso de
su Padre sino que sana y cura a todos aquellos que, confiados en Él, le piden
sanación. Porque todo lo que viene del Señor es Amor sin límite y para Él nada
es imposible.
Sin un encuentro directo con Jesús cada día y de forma perseverante no podremos anunciarle porque anunciarle supone conocerle y haber experimentado su Amor y Misericordia. Eso sí, podemos rezar y hacer muchas novenas, nunca están de más y son muy necesarias, pero sin la fuerza de Cristo nada podemos hacer. Porque, en Él está la sabiduría, la fortaleza y la paz que recibiremos para desde nuestra vida anunciar no solo de palabra sino con nuestro testimonio de vida que Jesús es el Hijo de Dios.
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