La autoridad de
Jesús no tiene discusión. Su Palabra es firme y se cumple en cuanto su Voluntad
así lo desea. Su primera confrontación es con ese espíritu inmundo que le
reconoce como el santo de Dios. Su autoridad y firmeza asombra, le manda a
callar y lo expulsa de la persona a la que tiene sometida. Y le obedece
inmediatamente. Todos quedan asombrados de su autoridad y de cómo el espíritu
inmundo le obedece.
Jesús ha pasado treinta
años de vida oculta, no precisamente de vacaciones sino en permanente relación
con su Padre. Se ha ido formando y fortaleciendo al amparo de José y María y
también del Espíritu. Llegado el momento su aprendizaje y disponibilidad a la
acción del Espíritu Santo le asisten para saber discernir y actuar. Y, claro,
su enseñanza y autoridad sorprenden y asombran.
En consecuencia,
su fama se extiende rápidamente por todas partes alcanzado la comarca entera de
Galilea. Es una enseñanza nueva llena de autoridad y de obras. Su Palabra tiene
cumplimiento en sus actos. Enseña, libera, sana y alivia de todo mal. El gentío
le sigue y le busca. Sin embargo nos preguntamos, ¿le buscamos por y para que
nos cure y resuelva nuestros problemas o precisamente porque es el Hijo de Dios
que nos libera de la esclavitud del pecado y nos ofrece vida eterna?
Es la pregunta que nos asalta hoy, en este preciso momento. ¿Por qué busco y sigo a Jesús? Creo profundamente que es el Hijo de Dios y que su Amor Misericordioso me da gratuitamente Vida Eterna? Es cuestión de discernir, meditar, orar y perseverar constantemente y cada día en la presencia del Señor.
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