Mc 2, 13-17 |
Y ese afán de ser
yo más que tú me desiguala a ti y me impide acoger la Buena Noticia que Jesús
me trae de su Padre: Todos son mis hijos y a todos los quiero infinitamente.
Precisamente, esa fue la dificultad del hermano mayor ante el Amor Misericordioso
del Padre que acoge al hijo que se había perdido.
¿Y a nosotros? ¿Qué nos impide acoger el mandato del Señor? ¿Por qué nos cuesta amar? A los que consideramos como nosotros no nos cuesta ayudarles y amarlos. Sin embargo, a los que pensamos y creemos que son menos que nosotros, los excluimos y nos cuesta mucho amarlos. Es precisamente las desigualdades que nos creamos las que van endureciendo nuestros corazones e impidiéndonos acoger y aceptar el mandato de nuestro Padre Dios de amarnos los unos a otros sin condiciones. Es decir, ¿estamos en la misma actitud que el hermano mayor de la parábola del hijo pródigo o Padre misericordioso (Lc 15, 11-32)? Esa es la pregunta que nos debemos formular.
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