Es posible que
muchos descubran que tiene que salir a otros lugares, pero también hay muchos
que viven en lugares concretos bien sea por origen o por circunstancias. Cada
pueblo tiene su idiosincrasia y su lugar y en ellos habrá que misionar y
proclamad la Buena Noticia.
Muchas veces me he
preguntado, discerniendo sobre las misiones, que no solo en los lugares donde
hace falta misionar y proclamar la Palabra de Dios hacen falta misioneros. También
se necesitan en los pueblos, en las ciudades, en los colegios, en los trabajos,
en las familias y en el lugar que Dios te haya puesto.
Todos estamos
llamados a la misión. Misión de anunciar la Buena Noticia desde nuestra atalaya
y desde nuestra vida con el ejemplo del buen testimonio, la palabra y las buenas
obras. Y sin diferencias con aquellos primeros misionados – los apóstoles – y con
los mismos poderes desde la fortaleza de nuestra fe. Y es que no es cosa que se
nos ocurra a nosotros sino que es Palabra de Dios: «Id por todo el mundo y
proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se
salvará; el que no crea, se condenará. Estas son las señales que acompañarán a
los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas,
agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño;
impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien».
Miremos cuantas veces vencemos y expulsamos esos demonios de tristeza, desconfianza, dudas, seducciones, tentaciones y abatimientos que nos amenazan y cuantas veces ayudamos a otros a que los expulsen de sus atormentados corazones con nuestras oraciones y compartir en la fe. ¿No observamos como podemos abatir el mal y vencerlo con y por el amor fortalecido en el Espíritu Santo y aliviar la angustia de otras personas. Sí, es cuestión de poner atención, escuchar, discernir y darnos cuenta de que los signos prometidos están vigentes y actualizados en todos los bautizados y apoyados en la fe en el Señor. La Palabra del Señor tiene cumplimiento.
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