De alguna manera el
camino de nuestra vida se fundamenta en el de Jesús, nuestro Señor. Y digo esto
porque toda vida tiene sus momentos de pasión, la hora de su muerte y, tras
ella, la resurrección. Sí, pienso que todos resucitaremos, otra cosa es donde y
como estaremos.
Eso, a mi modo de
ver, es el resultado de como contemplamos a Jesús en su Vida y, sobre todo, en
estos últimos momentos de su Pasión y Muerte. Entra en Jerusalén aclamado en aires
de victoria y triunfo. Pero, Jesús no se pierde en esas falsas apariencias.
Toma un pollino, signo de humildad y pequeñez, y se acompaña de gente humilde,
ignorante, pobre, porque ha venido para anunciar a los pobres el Reino de Dios.
No hay notables,
ricos y poderosos entre su cohorte aparente. Él se manifiesta tal ha vivido
hasta ese momento. Y habla y dice lo que no ha dejado de decir desde el momento
de su bautismo y vida pública. Luego, no se vengan a engaño, Jesús es el mismo,
el Hijo de Dios que viene a anunciarnos que su Padre Dios nos quiere infinita y
misericordiosamente.
¿Qué vemos
nosotros en esa entrada en Jerusalén? Esa es la pregunta que tenemos que
plantearnos en vísperas de esta semana que empezamos. Vamos detrás de un rey
victorioso y triunfal, o seguimos a un Cristo crucificado en la cruz porque no
interesa su Palabra ni su mensaje de amor fraterno. ¿Qué camino tomamos? ¿Entramos
en este mundo donde el éxito es tener más poder y riqueza que otro, o salimos
de él y nos vamos con Jesús, donde el amor es gratuito y misericordioso? Esa es
la disyuntiva planteada. La de hoy y la de siempre.
Sabemos que el camino de Jesús es de cruz, pero también debemos saber que termina en la triunfal Resurrección. Es un camino de pasión, sí, pero de gozo, triunfo y felicidad eterna. Y eso es lo que importa.
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