Cada día
experimento más la Infinita Misericordia de mi Padre Dios, nuestro Padre Dios.
Y digo esto porque me voy dando cuenta de que sin su Misericordia me será
imposible salvarme. Es más, no mereceré ni haré suficientes méritos para poder
alcanzar esa Misericordia Divina. Todo es gratuidad de mi Padre Dios.
Por eso camino
esperanzado y confiado en que seré salvado por su Misericordia y no por mis
méritos. Y eso me fortalece, me quita presión y sensación de fracaso, de responsabilidad
y desesperación de saber que no llego a dar la talla y, aunque tengo que
esforzarme y dar todo lo que está de mi parte, confío paciente y alegremente en
su Infinita Misericordia.
Esa es mi fe y la fe que le pido al Señor cada día que me aumente y fortalezca. Esa es la fortaleza que me impulsa cada día a levantarme, a, tras la caída, volver a levantarme y reanudar el camino hacia la Casa del Padre. Esa es la esperanza que me sostiene en el camino a pesar de los fracasos, de experimentarme inútil y no tener éxito. Y esa es la perseverancia que extraigo de esa presencia del Señor que descubro y experimento que me acompaña y responde a todas mis plegarias dándome lo que realmente necesito. Me ayuda a caminar, a sostenerme y a encontrar la felicidad y gozo que mantiene mi alegría y mi esperanza de encontrarme un día en la gloria eterna con Él.
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