Es evidente que la
vida es un camino donde hay alegrías pero también muchas tristezas y sufrimientos.
Todos hemos experimentado alegrías pero también tristezas que a veces llenan
nuestra vida de sufrimiento y penas. Y es ese camino donde tenemos que
descubrir el Amor Misericordioso de nuestro Padre Dios.
Por el pecado
estamos sometidos a la perdición. Nuestro corazón herido está corrompido y
contagiado de odio, venganza, concupiscencia, ambición, envidia…etc. En una
palabra, sometidos por los efectos y consecuencia del pecado. Y de ese pecado
nos libra el Señor. Su Infinito Amor Misericordioso nos rescata de esa
esclavitud y nos devuelve esa dignidad de hijos de Dios.
Y ese es el motivo
de su venida, acercarse al hombre, su criatura preferida, y anunciarle que su
Padre quiere ofrecerle la salvación. Una salvación que pasa por su Infinita
Misericordia. Y esa es nuestra esperanza
a pesar de caminar por este mundo duro, difícil y con más penas que alegrías.
Para muchos, camino de miseria y pobreza. De ahí la preferencia por los pobres
y excluidos.
Nuestra esperanza, que nos motiva, nos fortalece y nos ayuda a seguir adelante con alegría está contenida en esa promesa del Señor. Su Palabra es ley para nosotros confiados y seguros de su cumplimiento: (Jn 16,20-23a): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer, cuando va…
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