No estoy tratando
de decir que no haya que luchar, trabajar y preocuparse por el sustento de cada
día, pero no poner ese objetivo como fin y meta de nuestra vida. Porque solo
Dios vale la pena. Él nos ha enviado a su Hijo para anunciarnos su Infinito
Amor Misericordioso y liberarnos de la esclavitud del pecado. Ese pecado que
nos ata y somete a las cosas de este mundo. Un mundo falso y caduco.
En Él encontramos
ese Tesoro que tanto buscamos y que, quizás, atraído por las ofertas de este
mundo no descubrimos. Un Tesoro que llena plenamente nuestro corazón de esa
felicidad que anhelamos y buscamos y que, además, nos la da para siempre. Una
felicidad eterna y plena de gozo.
Por tanto, lo único y verdaderamente importante es buscar al Señor y atesorar obras de amor que son las que dan frutos de vida Eterna.
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