No se trata de un
reino, que por ser reino es cosa importante y buena. Se trata nada más y nada
menos que del Reino de los Cielos. Es decir, la Gloria, la Plenitud del Gozo y Felicidad
Eterna. Eso es lo que nos anuncia Jesús. Es Él en Persona. Con Él llega la Vida,
la verdadera Vida que todos ansiamos buscando y deseando. Está entre nosotros,
¡ha llegado el Reino de los Cielos!
Eso se nota: «Id
proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad
muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis».
Y ese Reino que
anuncia Jesús y ha dado gratuitamente a sus discípulos les empuja a hacer ellos
lo mismo. No es cosa de ni que ellos puedan hacer, van en nombre de Jesús y en
y por Él dan vida, curan enfermos, purifican leprosos…etc. El Reino es el
Paraíso ese que todos imaginamos y queremos y que repetía sin para san Felipe
Neri, al menos en la película que yo vi.
Simplemente, la
cuestión es que damos lo mismo que hemos recibido. Es esa experiencia de
encuentro con el Señor y de abrirnos a su Palabra la que ofrecemos de la misma
manera, por su Gracia y en su Nombre, a todos los que alcanza nuestra vida en
nuestro camino de proclamar la llegada del Reino. Y no es cosa de palabras ni
de mensajes, es cosa de darnos, de vida, de desvivirnos por servir y amar sin
condiciones.
Sobran las
palabras y se emplean cuando la vida interroga, habla por nosotros y el servido
y amado se pregunta: ¿Cómo es que haces esto por mí? Ese es el mensaje. ¿Se
puede cerrar un pueblo a recibir a aquellos que traen la salud, el bien, la
verdad? No sería lógico que lo hiciese, y si así fuera nuestra forma de
respuesta Jesús la deja clara: «En la ciudad o
pueblo en que entréis, informaos de quién hay en él digno, y quedaos allí hasta
que salgáis. Al entrar en la casa, saludadla. Si la casa es digna, llegue a
ella vuestra paz; más si no es digna, vuestra paz se vuelva a vosotros. Y si no
se os recibe ni se escuchan vuestras palabras, salid de la casa o de la ciudad
aquella sacudiendo el polvo de vuestros pies. Yo os aseguro: el día del Juicio
habrá menos rigor para la tierra de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad».
Seguro que habrá dificultades y rechazos. ¿No los tuvo Jesús?, pues no podemos esperar menos nosotros. Pero, perseverar en la confianza inquebrantable en la Palabra del Señor es el único medio imprescindible que nos fortalece y nos envía. Tengamos fe en Él, merece la pena, pues en Él está ese Reino que todos esperamos.
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