Nada de lo que
consigas en este mundo referido a tus propias satisfacciones, riqueza, poder,
admiración y un largo etc. te podrán dar el gozo y la alegría de saberte
inquieto, disponible y dispuesto a buscar el Tesoro del Reino de los Cielos. Es
ahí, precisamente, donde se esconde esa felicidad plena que buscas.
Y esa búsqueda te
exigirá destreza, compromiso, riesgo y creatividad. Saber por donde buscar y
perseverancia para buscar serán dos de las condiciones que tendrás que exigirte
para la búsqueda del Reino, donde esperas encontrar esa felicidad eterna que
buscas. Nunca esperes, con los brazos cruzados, que venga a ti.
La prueba necesita
riesgo, fiarse y creer en que la puedes conseguir. De ahí se concluye y
desprende que escuchar la Palabra de Dios es el Camino, la Verdad y la Vida.
Poner todas nuestras esperanzas en Jesús que nos señala y enseña el camino para
encontrarle. Él es ese Tesoro escondido en nuestro corazón – Reino de los
Cielos – que nos llena plenamente de gozo y alegría.
Es evidente que
todos buscamos un tesoro en nuestra vida. Un tesoro que podemos concretar en
ser feliz. Pero, también es evidente que esa felicidad no llega. O dicho de
otra forma, no se sostiene en el tiempo. Hay rachas o temporadas de cierta
bonanza y felicidad y otras donde la inestabilidad, la angustia e infelicidad está
presente. Y nuestra vida en este mundo transcurre en esas coordenadas.
Descubrir que ese
tesoro está escondido en nuestro corazón y sembrado desde el inicio de nuestra
creación es la mayor alegría y el mayor tesoro – valga la redundancia – que podamos
encontrar en el camino de nuestra vida. Un Tesoro que es Jesús, nuestro Señor,
y que en Él está precisamente todo lo que buscamos y queremos.
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