El otro día me
sentí, después de un rato, gozoso y feliz. Todo fue debido a que sufrí una
critica de una persona que me llamó satanista. Inmediatamente pensé que a Jesús
le sucedió lo mismo. Hoy mi regocijo es mayor cuando leo este Evangelio: (Mt 10,24-33): En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus Apóstoles: «No está el discípulo por encima del
maestro, ni el siervo por encima de su amo. Ya le basta al discípulo ser como
su maestro, y al siervo como su amo. Si al dueño de la casa le han llamado
Beelzebul, ¡cuánto más a sus domésticos!» No les tengáis miedo. Pues no hay…
Tener eso presente
mientras tu vida se hace camino por este mundo te ayuda a vencer esos miedos
que, a cada instante, asaltan tu corazón. Seguir a alguien que te exige poner
tu vida a disposición de la verdad y de los necesitados complica grandemente tu
existencia y cada momento de tu camino. Vivir en esa disponibilidad de que tu
vida pueda ser ofrecida martirialmente no es gustoso ni apetecible.
Sin embargo,
cuando vas descubriendo y experimentando al mismo tiempo que quien te lo dice y
exige es Jesús y que Él es quien se pone primero como ejemplo, dando su Vida y haciendo
realidad su Palabra, todo empieza a cambiar. Te llena de cierta paz y gozo el
recibir los mismos insultos que Él recibió por dar testimonio de su Palabra y
en su Nombre. Y eso, a pesar de tus pobrezas y limitaciones, errores y pecados
te fortalece porque indica que al menos quieres y estás dispuesto a anunciar y
defender su Nombre.
Sabes que tarde o temprano la verdad saldrá a la luz y que la oscuridad en la que viven muchos se volverá luz que verán todos. Porque no hay otro camino sino el que la verdad señala e indica. Y es Él, el Señor quien nos ha dicho que Él es el Camino, la Verdad y la Vida.
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