Y es que Jesús, el
Señor lo puede todo. Hoy lo contemplamos al leer el Evangelio. Nada hay que se
interponga ante la Voluntad de Jesús, el Señor. Incluso, puesta nuestra fe en
tocarle puede levantar nuestro corazón y convertirnos.
Confieso que
cuando veo a muchas personas que se obstinan en tocar imágenes del Señor o de
cualquier santo, de manera especial de nuestra Madre la Virgen, no es que me ría
pero sí confieso que he sentido cierto ridículo ante el hecho de esa persona.
Hoy, no sé si al reflexionar este Evangelio, me arrepiento y pido perdón. Primero,
porque no soy nadie para pensar y creer eso, y, segundo, y más importante porque
¿quién soy yo para saber o decidir con qué fe esas personas tratan de tocar la
imagen del Señor?
Mejor dejarlo en manos del Señor que es el
único que puede saber la fe y verdadera intención de esa persona. Así sucedió
con aquella mujer que sufría flujos de sangre. Lo único y verdaderamente importante
es dejar salir lo que pensamos de nuestro corazón y el Señor hará lo demás
bendiciéndolo o no. Solo Él lo sabe y solo su Amor es Infinitamente
Misericordioso.
Pidamos al Señor,
aprovechando esta humilde reflexión, que aumente nuestra fe y nuestra confianza,
no solo en su Palabra, sino en su Poder para vencer cualquier obstáculo hasta
el extremo de devolvernos la vida. Y que esa confianza nos fortalezca para como
aquel personaje, del que nos habla el Evangelio de hoy lunes, seamos capaces de
presentarnos en su presencia superando todos los complejos, miedos y respetos
humanos que trataran de impedirnos llegar hasta Él. Amén.
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