¿Es tu oración y
relación con tu Padre Dios coherente con tu vida de verdad, justicia y
misericordia? ¿O por el contrario está separada de los actos propios y diarios
de tu vida real y verdadera, de tu justicia y misericordia en relación con los
demás, sobre todos los más pobres?
Esa es la pregunta
que te hacemos y nos hacemos. Y esa es la causa de que Jesús rechace tus
oraciones y tus ofrendas más apoyadas en un mercantilismo material que en una
relación espiritual y auténtica con tu Padre Dios.
La pregunta, pues,
sería: ¿Para y a qué vas a misas si luego no hay un esfuerzo en tu vida real de
amor y misericordia, sobre todo con los más pobres y marginados? Quizás nuestra
manera de celebrar, ¡si es que algo celebramos!, obedece más a una realidad de
relación social que espiritual y de relación íntima y comprometida con nuestro
Padre Dios. Es precisamente eso lo que nos sugiere e invita a reflexionar el
Evangelio de hoy.
Realmente, ¿qué significa la celebración Eucarística y como la vivo? Igual, sin darme cuenta la convierto en un acto más social y cívico de relación y de llenar un poco mi tiempo de ocio que de vivir una relación coherente y comprometida con mi Padre Dios. Es esa la cuestión a la que debemos de dar una respuesta seria y coherente. Todo lo demás sobra y pierde valor si mi amor y misericordia los vivo desencarnados de la realidad de mi vida de cada día en relación con mis hermanos.
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