lunes, 11 de diciembre de 2023

¿CONOCES TUS PARÁLISIS O ERES INDIFERENTE A ELLAS?

Todos tenemos parálisis. Quizás no tan visibles como las que son denominadas como parálisis físicas o degenerativas del cuerpo humano, pero, en definitiva «parálisis». Porque todo aquello que no te deja ser como debes ser es una parálisis.

¿Acaso no es parálisis el dejar de hacer el bien cuando te das cuenta de que debes hacerlo? ¿Acaso no es parálisis omitir la verdad sustituyéndola por mentira cuando eres consciente de lo que realmente haces? ¿Y cuántas veces tus propias parálisis te impiden hacer el bien?

Posiblemente la mayor parálisis sea esa interior que reside y vive en tu corazón y no te deja ver la Verdad, la Palabra del Señor. Quizás sea esa la primera parálisis que le interesa a Jesús, el Señor, curar. Y así se lo dice a aquel paralítico, tus pecados te son perdonados. Sin embargo, no entendemos esas palabras del Señor y buscamos primero lo físico, curar la enfermedad del cuerpo, pero, ¿y la parálisis del alma? ¿No es más importante?

Porque, el cuerpo se corrompe, se deteriora y se muere. El alma, al contrario, es perdurable y de no curarla, limpiarla de parálisis – pecados – puede quedar paralítica para siempre.

Tengamos muy en cuenta esas palabras que Jesús nos dice hoy en el Evangelio: (Lc 5,17-26): … «Hombre, tus pecados te quedan perdonados».

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