Es verdad que tú
no puedes salvarte por ti mismo, pero Dios ha dejado que seas tú quien decidas
si quieres salvarte o no. Es decir, Dios ha dejado a tu libertad el elegir la
salvación o la condenación. Antes tendremos que pasar por el recorrido de
nuestra vida y resistir los embate del mundo, demonio y carne.
Por experiencia
sabemos lo que es estar perdido y sentir la oscuridad de vernos desorientados y
sin saber que hacer. Aprendemos, a base de sufrir y padecer, de nuestros
propios errores y sabemos que muchos momentos malos que hemos pasados son
consecuencia de nuestras debilidades, errores y pecados.
Sin embargo, a
pesar de eso, Jesús, el Señor, nos buscas y ha venido para que nadie se pierda,
corrija sus errores y se arrepienta de sus pecados. Sí, somos libres y podemos
descarriarnos siguiendo nuestras ideas, egoísmos y vanidades, pero, la Voluntad
de nuestro Padre Dios es rescatarnos y salvarnos del peligro de descarriarnos.
Su Amor Misericordioso busca nuestra salvación y, en ese sentido, Dios nos la
ha dejado a nuestra elección.
Precisamente el Adviento es el momento donde esperamos su venida y preparamos nuestro corazón para que el Señor, que viene a salvarnos, entre en él y nos salve. Amén.
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