lunes, 25 de diciembre de 2023

LA PALABRA SE HIZO CARNE

Dios ha querido hacerse hombre de carne como nosotros y venir a este mundo para desde una naturaleza humana como la nuestra anunciarnos el amor misericordioso que nos tiene y el deseo de rescatar nuestra dignidad – perdida por el pecado – para devolvernos nuestra condición de hijos y gozar de su gloria.

Dios se encarna en un Niño, y nace de mujer en una familia humilde en el silencio de la noche, en un pesebre apartado, sin llamar la atención, sin estrépitos ni signos espectaculares que llamen la atención. Un nacimiento del que solo algunos pastores, avisados por los ángeles, son invitados. Un nacimiento que el mundo no percibe,

Y viene la pregunta, ¿lo percibimos nosotros? ¿Nos damos cuenta de lo que realmente celebramos? ¿O simplemente somos ovejas del rebaño que caminan al ritmo, no de María y José, sino de Herodes y el pueblo de Israel que ignora el nacimiento del Mesías esperado? ¿Dónde estamos nosotros en este momento de la celebración navideña?

Supongo y creo firmemente que esa es la pregunta que debemos hacernos. Pero, serenos y tranquilos. Sin exigirnos más de lo que podamos y teniendo siempre en cuenta que Dios, primera Persona, el Hijo, segunda Persona – el Niño encarnado – y el Espíritu Santo, tercera Persona, quieren y buscan nuestra salvación. Son infinitamente misericordiosos y nos tienden sus brazos para redimirnos en los méritos del Hijo con su Pasión, muerte y Resurrección.

Por tanto, a nosotros, como María, nuestra Madre, solo nos toca abrirnos a la acción del Espíritu Santo y dejar que Él haga maravillas en nosotros convirtiendo nuestro endurecido corazón a su Amor Misericordioso.


¡¡FELIZ NAVIDAD!!

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