Es la frase que
debe estar palpitando en nuestros corazones: «Hágase tu Voluntad».
Porque de lo que se trata es hacer la Voluntad de nuestro Padre Dios. Y para
eso María es nuestro primer ejemplo. Ella vivió toda su vida en espera y
obediencia a la Voluntad de Dios Padre y, una vez visitada y anunciada por el
ángel Gabriel su elección para ser la Madre del Mesías esperado, se ofreció de
forma firme y decidida, precisamente, con estas palabras: «Hágase
en mí según tu Palabra».
Ahora, conocido el
Plan de Dios nos pertenece a nosotros confirmar nuestra fe. Creer, a pesar de
la complejidad y la limitación de nuestra razón se nos hace hartamente difícil.
Las dudas hacen presencia por todas partes, pero, como María, y su prima
Isabel, tenemos la evidencia de que Dios es nuestro Padre y quiere nuestra
salvación. Su Palabra será y tendrá la decisión final y nuestro corazón arde en
deseos de salvación eterna.
Por otro lado,
experimentamos cada día que todo lo que nos ofrece este mundo pasa, es caduco y
como de una manera imperceptible se borra en poco tiempo. Nada se sostiene y
todo se evapora como el tiempo. Solo queda firme y eterna la Palabra de Dios.
Solo Él se mantiene en el tiempo y, nuestra espera a su prometida segunda
venida, ya la definitiva, nos sostiene esperanzados, gozosos y fortalecidos
ante las dificultades y obstáculos que nos presenta este mundo: mundo, demonio y carne.
En Él, cada día, renovamos su nacimiento, celebrado en estas fechas navideñas de manera más especial, pero siempre presente y actualizada en nuestro corazón cada instante de nuestra vida.
¡¡Feliz Navidad!!
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