El camino está
trazado desde el nacimiento del Niño Dios en el pesebre de Belén. Nace en el
silencio de la noche y sin ruidos ni fuegos artificiales. Solo cantan los
ángeles y se les anuncia a los pastores cuyas voces no tienen ni crédito ni
capacidad para influir y llegar al mundo. Sin embargo, hay gozo y alegría entre
todos aquellos que descubren que el Mesías esperado nace en Belén.
Y cada año se
repite la celebración de ese Misterio que se renueva cada día en el corazón de
los hombres que creen, esperan y empiezan cada día una nueva aventura de
renovar sus corazones en la Palabra y el Amor Misericordioso de ese Dios hecho
hombre.
Tras esa venida se
esconde un camino de gozo pero también de sacrificio. Amar y vivir en una
actitud misericordiosa exige, y causa en muchos momentos, dolor y
sufrimiento. Es el camino de Pasión que ese Niño Dios al que hoy cantan en
Belén, mañana será causa y motivo de confrontación, luchas, divisiones, guerras
y muertes. Camino de cruz al que la Iglesia da su punto de partida con el
martirio de san Esteban.
Hoy esta pasando
algo parecido, si no más fuerte e intenso. Muchos cristianos son perseguidos y
amenazados de muerte. Desde todos los ambitos sociales (familia, amigos, trabajos...etc.) hasta los políticos, razas, pueblos, ideologías...etc.). Los medios, sobre todos algunos de los más importantes,
no parece prestarle mucha atención. Igual no les interesa que se sepa o quieren
que la Iglesia sea perseguida y borrada del mundo. El cristiano tiene que saber
que será perseguido e incluso martirizado, pero dentro de su fe está esa posibilidad
de entregar la vida como lo hizo su fundador, nuestro Señor Jesús, ese Niño del
que hace unos días celebrábamos su nacimiento.
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