Nos extraña la
forma en la que actúa Jesús con aquellos que mercadeaban en el templo. Sabemos
que no es su estilo pero al parecer no contuvo su enfado y arremetió de forma
algo violenta contra aquellos mercaderes. Sin embargo, aunque no nos parezca
bien pensamos y aceptamos que si el Señor actuó así, esa debía ser la forma
correcta. Jesús nos conoce y sabe en cada momento como tiene que tratarnos.
A la pregunta sobre
los signos que le piden los judíos, la respuesta de Jesús es contundente y no
se hace esperar: «Destruid este Santuario y en tres días lo levantaré». Ellos,
como también nosotros ahora, no lo entendemos. Porque, aunque ahora sabemos que
se refería a su Cuerpo – la Resurrección al tercer día después de ser
crucificado – muchos dudamos e incluso rechazan esa resurrección. Ha pasado
mucho tiempo, pero todo sigue igual. Muchos se resisten a creer y, quizás sin
darnos cuenta mercadeamos en el templo de alguna manera.
Quizás este Evangelio y está época cuaresmal nos puede servir de escenario para replantearnos nuestra fe y nuestra conversión de nuevo. Una fe y una conversión que debemos replantearnos todos los días asistidos e injertados en el Espíritu Santo. Pidamos esa Gracia y, sobre todo, que aumente nuestra fe.
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