Y ese es el camino,
tras nuestra muerte, abandonaremos este mundo para encontrarnos con el Señor.
Ese es nuestra destino y el camino que debemos preparar para que nuestro encuentro,
que será definitivo con el Señor, sea un encuentro gozoso y pleno de felicidad eterna.
Mientras, nuestra
vida tiene la posibilidad del camino por este mundo. Un mundo difícil de
sortear en la voluntad de Dios. Mundo, demonio y carne se encargarán de poner
todos los obstáculos y tropiezos posibles para impedirnos que llegue ese encuentro
con el Señor en situación favorable para nuestra felicidad. Eso significa que
estos tres grandes peligros de nuestra alma trataran de perdernos y que no
gocemos de la gloria que nuestro Padre Dios, por los méritos de su Hijo, nos
regala.
Y Jesús, el Señor,
que ha venido a enseñarnos el camino de cruz que nos tocará vivir, nos lo
expone con su Vida y su Pasión. Él la entrega libre y voluntariamente en favor
de la Verdad y del Amor Misericordioso que le ha mandado su Padre. Vence al
mundo, al demonio y carne, y nos revela que su Padre nos ama con misericordia
infinita e injertados en el Espíritu Santo, que nos enviará, venceremos
nosotros también.
Esta es la historia, nuestra propia historia. Nuestras dudas, nuestros pecados, nuestros enemigos (mundo – demonio – carne) nos aturden, nos confunden, nos hacen dudar, nos dispersan y nos separan. Jesús se queda solo pero su Amor es infinito, nos espera abrazado a la Cruz y nos invita a abrazarla nosotros también. Él sabe que nuestra felicidad, la que todos buscamos, se esconde en el abrazo de esa Cruz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.